Para
tal cometido, hace un breve recorrido histórico a través de las “lumbreras”,
como él llama a los grandes filósofos antiguos y modernos, para mostrar ellos,
además de ser filósofos fueron científicos que buscaban una concepción
organizada de la realidad. De ahí que lo que hoy en día llamamos filosofía
tenga en gran parte esos mismos intereses. Por tanto, en la actualidad la filosofía
no debe dejar de lado las ciencias particulares (o especiales), es más, debe
dejarse ayudar de sus logros para alcanzar una mayor profundización
especulativa.
Quine
es consciente de que la filosofía ha sufrido un consenso vacilante respecto a
competencia profesional en comparación a las ciencias “duras” que han avanzado
mucho en el conocimiento de sus objetos de estudio. Este es uno de los motivos
por las cuales la filosofía ha perdido su prestigio. Pero está claro que Quine
está hablando de filosofía científica, de una filosofía que esté en contacto de
un modo directo con la realidad. Para ilustrar esto traemos a colación la feliz
frase de Quine: “el estudiante que se
dedique a la filosofía por consuelo espiritual se equivoca, ya que lo que lo
mueve no es la curiosidad intelectual”.
Por
eso, ahora nos preguntamos ¿hay alguna diferencia entre los ámbitos de
filosofía y de los otros saberes? En primer lugar, para los demás ámbitos del
saber, como lo dice el mismo término, lo único que hace falta es “saber”, tener
“conocimientos”. Esto no basta para el ámbito filosófico, acá es menester
“amar” la sabiduría. Por tanto, la filosofía no es propiamente sabiduría sino a
amor a ella.
No
debemos, por tanto, encasillar o reducir la noción de “filosofía” a una palabra
de cinco sílabas con semántica cambiante y frívola. La filosofía es mucho más
que una palabra de nueve letras formando un nombre. La filosofía es ante todo,
como decíamos antes, amor a la sabiduría.
Si
los antiguos griegos vivieran hoy, probablemente se llevarían las manos a la
cabeza diciendo: ¡¿le llaman “metafísica” o “filosofía” a una asignatura de una
facultad?! Quizá les causaría tanto asombro como el que les producía la
realidad. La filosofía para los griegos no era solamente un saber teórico sino
que era un modo de vivir; hasta el punto que los griegos al ver a Aristóteles o
a Platón decían ahí viene el filósofo. En la actualidad echamos de menos la
coherencia entre el pensar y el vivir.
Debemos (nosotros como estudiantes de filosofía) ser capaces de mostrar la dimensión filosófica de todo, abrir esa dimensión inherente a la ralidad misma: como se mezcla la sal en toda la comida porque es ella la que le da sabor. La realidad sin filosofía se vuelve insípida.
Debemos (nosotros como estudiantes de filosofía) ser capaces de mostrar la dimensión filosófica de todo, abrir esa dimensión inherente a la ralidad misma: como se mezcla la sal en toda la comida porque es ella la que le da sabor. La realidad sin filosofía se vuelve insípida.
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