A la vez, me resulta curioso que el mismo Wittgenstein afirmara que
su propio libro no era válido, que sólo debía usarse como una escalera con la
cual se podía llegar a ciertos conocimientos y, una vez sabidos, había que
tirarla.
Ahora bien, estos conocimientos sólo se saben obviamente cuando se
ha subido la escalera. Sabemos de sobra que los resultados de un viaje nunca se
conocen sino hasta que lo hemos terminado. Esto implica llegar a la cima, desde
la cual el mundo se ve correctamente. Una vez allí, ya no tiene sentido bajar,
entonces, la escalera que nos sirvió para subir, deja de ser útil y la podemos
arrojar.
Esta claridad y amplitud de panorama que nos proporciona
la cúspide de la escalera la afirma Wittgenstein en el prólogo del Tractatus que “lo que siquiera puede ser
dicho, puede ser dicho claramente”. De ahí que
lo que puede ser pensado, puede ser
expresado con claridad; y la claridad del lenguaje para Wittgenstein depende de
la forma lógica que conecta una proposición y el hecho
figurado.
De ahí que para Wittgenstein, el lenguaje ético, religioso o
metafísico carezca de sentido, porque, si bien usa constantemente semejanzas, y
a pesar de que todo símil representa un hecho, no es posible describir ese algo
representado, por la sencilla razón de que no describe ningún hecho. Afirma
entonces que toda proposición que no figure un estado de cosas posibles, no
tiene sentido.
¿No tiene sentido entonces hablar de ética, ni de filosofía ni de
Dios? Si la respuesta de Wittgenstein es afirmativa entonces las propias
proposiciones del Tractatus no tienen sentido alguno, puesto que no reúne
estos criterios exigidos en el mismo Tractatus para que una proposición
tenga sentido o significado. Por eso, en su defensa argumenta que, al igual que
las proposiciones filosóficas no dicen nada acerca del mundo, sí clarifican
cuando se las llega a comprender.
Esto resulta paradójicamente interesante, puesto que Wittgenstein
tuvo que hablar sobre cosas sin sentido (sin referente fáctico, que no figuraban
hecho alguno) para mostrar ejemplarmente que de lo que no se puede hablar hay
que guardar silencio. Por ello, las proposiciones del Tractatus como él
mismo dice, solo sirven para aquel que las ha recorrido y las reconoce como
absurdas, a pesar de su función
esclarecedora.
Wittgenstein busca evidenciar que entre lenguaje y el mundo existe
una conexión isomórfica; pues la función principal del lenguaje es figurar al
mundo. Los elementos de las proposiciones y los elementos de la realidad se
tienen que relacionar entre sí. Por tanto, la verdad o falsedad de una
proposición consiste en el acuerdo o desacuerdo de su sentido con la realidad.
Por ejemplo, para determinar la verdad o falsedad de la proposición: “el elefante es rosado”, lo debo
contrastar con la realidad.
De ahí que Wittgenstein, hable de proposiciones significativas
cuando éstas se pueden comprobar, cuando describen el estado de cosas, es decir,
un hecho lógicamente posible; y son proposiciones sin sentido o no
significativas cuando éstas no representan la realidad, es decir, cuando entre
la figura y lo figurado no hay similitud estructural. De ello se desprende que
tanto el lenguaje como el mundo, guardan entre sí, un mismo armazón lógico (como
lo es por ejemplo, una maqueta).
Así, el armazón lógico, la forma lógica y el espacio lógico, hacen
que el lenguaje represente al mundo. Por esta relación isomórfica entre el
lenguaje y la realidad, dice que los
límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Esto significa que la
cosmovisión, el conocimiento y la representación que yo tenga del mundo, estará
en la medida en que yo pueda representarlo por medio de las proposiciones. Así,
la representación de “mi mundo”
dependerá del nivel de “mi lenguaje”. Consecuentemente entonces, a medida
que enriquezca mi lenguaje, podré ampliar mi representación del mundo.
Así nos lo demuestra la experiencia: desarrollamos el pensamiento,
cultivamos la pregunta, para llegar a respuestas que a su vez nos ayudan y
permiten preguntar mejor, para aprender en el proceso. La escalera no es tan
importante, es sólo un camino, siempre podemos seguir subiendo.
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