miércoles, 11 de abril de 2012

Sobre el Prólogo del "Tractatus Logico-Philosophicus"

          Una de las frases del prólogo del Tractatus Logico-Philosophicus, que a mi juicio es por demás significativa y que resume el resto es “de lo que no se puede hablar hay que callar”, y se vuelve a repetir en la última proposición de esta obra. Así, Wittgenstein traza el límite en el lenguaje, y afirma que lo que reside más allá de ese límite será absurdo.
A la vez, me resulta curioso que el mismo Wittgenstein afirmara que su propio libro no era válido, que sólo debía usarse como una escalera con la cual se podía llegar a ciertos conocimientos y, una vez sabidos, había que tirarla.
Ahora bien, estos conocimientos sólo se saben obviamente cuando se ha subido la escalera. Sabemos de sobra que los resultados de un viaje nunca se conocen sino hasta que lo hemos terminado. Esto implica llegar a la cima, desde la cual el mundo se ve correctamente. Una vez allí, ya no tiene sentido bajar, entonces, la escalera que nos sirvió para subir, deja de ser útil y la podemos arrojar.
Esta claridad y amplitud de panorama que nos proporciona la cúspide de la escalera la afirma Wittgenstein en el prólogo del Tractatus que “lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente”. De ahí que lo que puede ser pensado, puede ser expresado con claridad; y la claridad del lenguaje para Wittgenstein depende de la forma lógica que conecta una proposición y el hecho figurado.
De ahí que para Wittgenstein, el lenguaje ético, religioso o metafísico carezca de sentido, porque, si bien usa constantemente semejanzas, y a pesar de que todo símil representa un hecho, no es posible describir ese algo representado, por la sencilla razón de que no describe ningún hecho. Afirma entonces que toda proposición que no figure un estado de cosas posibles, no tiene sentido.
¿No tiene sentido entonces hablar de ética, ni de filosofía ni de Dios? Si la respuesta de Wittgenstein es afirmativa entonces las propias proposiciones del Tractatus no tienen sentido alguno, puesto que no reúne estos criterios exigidos en el mismo Tractatus para que una proposición tenga sentido o significado. Por eso, en su defensa argumenta que, al igual que las proposiciones filosóficas no dicen nada acerca del mundo, sí clarifican cuando se las llega a comprender.
Esto resulta paradójicamente interesante, puesto que Wittgenstein tuvo que hablar sobre cosas sin sentido (sin referente fáctico, que no figuraban hecho alguno) para mostrar ejemplarmente que de lo que no se puede hablar hay que guardar silencio. Por ello, las proposiciones del Tractatus como él mismo dice, solo sirven para aquel que las ha recorrido y las reconoce como absurdas, a pesar de su función esclarecedora.
Wittgenstein busca evidenciar que entre lenguaje y el mundo existe una conexión isomórfica; pues la función principal del lenguaje es figurar al mundo. Los elementos de las proposiciones y los elementos de la realidad se tienen que relacionar entre sí. Por tanto, la verdad o falsedad de una proposición consiste en el acuerdo o desacuerdo de su sentido con la realidad. Por ejemplo, para determinar la verdad o falsedad de la proposición: “el elefante es rosado”, lo debo contrastar con la realidad.
De ahí que Wittgenstein, hable de proposiciones significativas cuando éstas se pueden comprobar, cuando describen el estado de cosas, es decir, un hecho lógicamente posible; y son proposiciones sin sentido o no significativas cuando éstas no representan la realidad, es decir, cuando entre la figura y lo figurado no hay similitud estructural. De ello se desprende que tanto el lenguaje como el mundo, guardan entre sí, un mismo armazón lógico (como lo es por ejemplo, una maqueta).
Así, el armazón lógico, la forma lógica y el espacio lógico, hacen que el lenguaje represente al mundo. Por esta relación isomórfica entre el lenguaje y la realidad, dice que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Esto significa que la cosmovisión, el conocimiento y la representación que yo tenga del mundo, estará en la medida en que yo pueda representarlo por medio de las proposiciones. Así, la representación de “mi mundo” dependerá del nivel de “mi lenguaje”. Consecuentemente entonces, a medida que enriquezca mi lenguaje, podré ampliar mi representación del mundo.
Así nos lo demuestra la experiencia: desarrollamos el pensamiento, cultivamos la pregunta, para llegar a respuestas que a su vez nos ayudan y permiten preguntar mejor, para aprender en el proceso. La escalera no es tan importante, es sólo un camino, siempre podemos seguir subiendo.

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